Piran, ¡Eslovenia tiene costa!

Salimos de Zadar por la mañana con destino a Pirán, ya que nos viene de paso queremos conocer algo de la costa eslovena ya que sí, ¡Eslovenia tiene costa! 46 km para ser exactos.

Hemos reservado un apartamento en la parte antigua y para entrar con el coche tenemos que pagar peaje, los primeros 15 minutos de circular con el pueblo es gratis, lo justo para descargar las maletas, pero a partir del minuto 16 hay que pagar.  Una vez descargado el equipaje hay que aparcar el coche en el exterior del pueblo, en un párking de pago especialmente habilitados para ello. Desde allí salen autobuses que conectan la zona con el centro de Pirán.

Nuestro apartamento, aunque lo han renovado, es antiguo, y las escaleras de acceso están bastante deterioradas. Pienso que quizás estamos todavía en las afueras del centro histórico y por eso esa zona está más descuidada, me recuerda a las calles estrechas, sucias y dejadas del Raval de una gran ciudad.

Salimos a pasear y en pocos minutos nos plantamos en la plaza Tartini. Están celebrando algo y en el centro varios grupos parecen competir realizando bailes con sus estandartes.



Además, una princesa espera para ser lanzada desde la torre veneciana de la Iglesia de San Jorge a la plaza en una tirolina. Entendemos que el evento está relacionado con la salvación de la ciudad por su protector, San Jorge, de una terrible tormenta en julio de 1343 y la princesa recuerda la leyenda donde el santo salva a la princesa de Pirán que vive encerrada en la torre vigilada por un dragón.

La ciudad está muy animada,¡es sábado por la noche y al parecer estamos en fiestas!

Paseamos por el centro histórico en búsqueda de pintorescos rincones pero lo que vemos son estrechas callejuelas viejas y descuidadas y nos da mucha pena porque el lugar tiene su encanto, podrían conservarlo mejor. Ni siquiera la famosa casa veneciana roja sigue siendo roja, la han pintado color crema 😞. Salimos a la zona del paseo marítimo en busca de un restaurante para cenar y es una locura, está todo lleno y los camareros van como locos, no conseguimos que nadie nos atienda; por fin encontramos un local sospechosamente vacío y allí nos tomamos una pizza.  Nos vamos a dormir con cierto sabor agridulce.

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